Por el padre Brandon de León
Nosotros los cristianos tenemos mucho porqué alegrarnos, pues, si los judíos cuando celebran la Pascua se sienten protagonistas de la experiencia de la salida de Egipto y la liberación de la esclavitud, cuánto más nosotros que no solo recordamos, sino que vivimos la Pascua de Cristo, la cual se actualiza y se hace presente en la Liturgia de la Iglesia, especialmente en la celebración eucarística donde se renueva el Misterio Pascual de Jesucristo, Nuestro Señor.
Centremos la mirada en el Resucitado y démosle cabida en nuestro corazón, puesto que, profesar nuestra fe en Él, es proclamar que la muerte no es el final, ya que Cristo con su propia muerte y resurrección, la ha vencido para siempre. Creer en el Resucitado es vivir su Pascua como nuestra propia Pascua; es dar ese paso de la muerte a la vida nueva en Él, que nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte y que nos invita a vivir según la libertad de los hijos de Dios; es dar ese paso de las tinieblas a la luz, de la tristeza a la alegría, de la desesperación a la esperanza. En definitiva, es dejar que Cristo pase por nuestra vida y nos llene de su amor y nosotros, correspondiendo a tal don, nos esforcemos por vivir según su Voluntad. Expresamos nuestro especial agradecimiento a todos los benefactores de la AEH y les aseguramos nuestras oraciones, que el Dios de la Vida, que ha resucitado a Jesucristo rompiendo las ataduras de la muerte, nos bendiga y acompañe siempre. Nuevamente, Hugo Elvira nos envia una bella ilustración con motivo de la Navidad y nos explica su profundo significado. Los invitamos a leer. Queridos benefactores. Es increíble que haya pasado ya otro año. El tiempo vuela, y siempre es un gusto poder escribirles. Agradezco a AEH que me da la oportunidad de hacer la portada de esta tarjeta, créanme que mientras la voy construyendo, les tengo más especialmente presentes en mis oraciones y pido al Señor que todo lo que ustedes aparentemente pierden para darnoslo a nosotros, se convierta -cómo de hecho lo hace- en un espacio vacío que permite a Dios llenarlo con cosas que solo Él puede dar (1) y que Él considera oportunas para su felicidad y la de los suyos. De aquí, la gran importancia de la generosidad, pues con ella, nos predisponemos a aceptar los dones que Dios siempre quiere darnos, comenzando así, el ciclo virtuoso que conlleva toda donación, donde nadie pierde sino que todos ganan más de lo que podían esperar, porque esa ganancia, la da Dios. Pero, ¿no es egoísta donar pensando en recibir cosas de Dios? Esta pregunta es muy de nuestra época, porque a veces solemos analizar a Dios con nuestra lógica, con nuestra luz humana. Pero lo cierto es que, en su lógica divina, querer sus dones no solo no es egoísta, sino que está inscrito en nuestro corazón, porque nos prepara para recibir su gran don, la vida eterna, a Dios mismo. Por tanto ¡Muchas gracias por compartir sus dones con nosotros!
Hemos recibido esta carta de parte de uno de nuestros becados.
Estimado benefactor: Reciba un respetuoso saludo, deseando que Dios le colme de gracia y bendición junto a su familia. Quiero comunicarle que, por gracia de Dios, estoy en la fase final de mi experiencia de estudios en Roma. Cuando llegué a esta ciudad emblemática para nosotros los católicos, escuché estas palabras: “Dios los ha traído a Roma con un propósito y con un pretexto. El pretexto son los estudios, pero el propósito es fortalecer su vida cristiana y sacerdotal”. Hoy puedo afirmar aquellas palabras, porque, aunque lo fuerte es lo académico ha sido una experiencia muy integral. Mi director espiritual, sacerdote de la Obra, me ha ayudado mucho para que como cristiano y como sacerdote cultive mi amistad con el Señor y cuánto sentido le ha dado a mi vida y ministerio los diálogos, confesiones y todas las líneas de acción que este santo sacerdote me ha sugerido. |